Julio Suárez: el diseñador de vestuario nacido en Valdés que triunfa en el Teatro Colón

Del Parakultural al Teatro Colón, así podría llamarse la obra que representa el extenso recorrido que llevó a Julio Suárez de las tablas del off en los años ochenta a este presente en el gran escenario argentino. El diseñador de vestuario nacido en Valdés, provincia de Buenos Aires, quien primero incursionó en la actuación para luego deleitarse al pergeñar los atuendos de los personajes, acaba de debutar en la ópera con La carrera del libertino, cuya dirección de escena está a cargo de Alfredo Arias.

“Aprendí a mirar”, reconoce Suárez y más que jactarse de ese entrenamiento visual –a partir del cual su ojo clínico logró caracterizaciones memorables del cine contemporáneo– reconfirma por qué fue el elegido para diseñar la vestimenta de más de cuarenta películas. Por caso los trabajos que realizó para La niña santa y Zama de Lucrecia MartelGilda de Lorena Muñoz, y El ángel de Luis Ortega. Además de las series transmitidas por plataformas como las recientes El reino El encargado, entre otras.

Ahora, enfocado en este nuevo desafío, se destaca por mostrar un estilo más propio de una pasarela de moda, con cierta ligereza en el vestir, sin dejar de considerar las tipologías de los roles del siglo XVIII que propone la historia.

–¿En qué varía pensar el trabajo para el cine y para la ópera?

–En principio, en seguir al director en el pedido. No me puse a crear nada aparte de lo que él me dijo. Aunque lo que me dijo Alfredo (Arias) es muy poco, menos de una carilla, eso es genial. Es muy preciso, te dice tres palabras y ya se te abre algo. En la ópera hay una lejanía, no es como el cine que se ve todo, sino que estás a veinte metros. Lo hago por una intuición que ya tengo, desde que dibujé y el maestro aceptó. Eso me da confianza. Pero no podría decir qué es lo distinto, porque en algún punto se junta todo.

–¿Cómo llevás el imperativo de la solemnidad del Colón?

–Es muy fuerte. Ya lo conocía porque tuve un intento de una ópera anterior que al final no sucedió. Habíamos hecho todo, solo faltaban los ensayos generales. No llegué a verlo, pero esta vez sí. Es mi segunda oportunidad, estoy viendo mi trabajo en escena.

–Alfredo Arias tiene un universo muy particular y él es un artista integral, ¿qué te resulta atractivo de sus puestas?

–La síntesis que tiene, también la resume en los espectáculos, los movimientos, los textos. La idea es más grande que la situación. Es muy especial. Su marca como director es integra. Sabe el movimiento que hace y tiene mucho de repetición. Me encanta.

–Cuando hiciste La niña santa fuiste a ver cómo era la sociedad salteña y en Gilda llegaste a tener una prenda de la cantante, ¿qué tomaste en cuenta ahora?

–Para los personajes tomé las referencias de Alfredo (Arias) y lo seguí a él. La ópera no es como leer una obra de teatro en la que podés sacar un poco más de lo que piensa el personaje. Trabajo estéticamente como si lo viera desde arriba, sin que me pertenezca realmente lo que pasa. Salvo algunos puntos, algunas postas, pero no íntegramente.

–La pieza está basada en la pintura de William Hogarth, que también le daba importancia a la vestimenta y, a su vez, sus obras surgen al mismo tiempo que el denominado “sistema de la moda”, ¿tomaste algo de eso?

–Miré sus imágenes con esos estados de embriaguez. Por eso los figurantes que son como fantasmas del protagonista están con la cara medio velada. Tienen cierto paralelo con algo fashion, como algo tomado de hoy en día. Son todos chicas y chicos muy altos, con tacos, que parece que vienen del mundo de la moda. Y en el burdel hay un imaginario pasado pero atravesado por telas y formas de llevar actuales, también los sexos no están bien definidos. Las prendas pueden ser usadas por el cuerpo masculino como por el femenino pero sin que se note.

–Justo esa no distinción es uno de los temas de la sociedad contemporánea y de la moda, ahí estaría la actualidad de la ópera.

–Sí, es como un cuento hecho en varias oportunidades. Se trata de hacer ropa para el espectáculo, que hable por sí sola. Aunque en algún cuadro necesitemos que pase desapercibida, estamos atentos al show.

–¿Te interesa la moda?

–Sí, le presto atención, sobre todo a la alta costura. No hice moda porque no me tocó pero creo que podría hacerlo. Inclusive ahora, lo pienso así, que los figurantes tengan ese andar rápido, como en una pasarela. Todo está hecho de esa manera. Los sombreros, por ejemplo, no tienen el detalle del bordado y están puestos con esa impronta del antes de salir a escena. Eso trato de dar.

–¿Cómo podés definir tu trabajo?

–Depende de lo que esté haciendo. Ahora es como estar en peligro todo el tiempo. Es bueno trabajar con la incomodidad. Me parece más interesante crear de esa manera. Me gusta meter el cuerpo y hacer yo mismo las modificaciones.

Crédito: Clarín

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