Egüen: «Debemos terminar con la grieta entre los políticos y la sociedad»

La política se ha convertido en una herramienta ineficiente para cambiarle la realidad de manera progresiva y dotar de mejor calidad de vida a los ciudadanos.

La política ha generado ciudadanos de primera, segunda y décima, por el acceso -o no- a servicios fundamentales, aunque muchos se golpean el pecho hablando de derechos humanos, y los principales no son garantizados.

Es, sin dudas, la mayor grieta la que se genera entre quienes administran la política, o sea los políticos, y los gobernados o administrados. En realidad habría que saber distinguir y decir que no es la política la culpable sino que son los políticos que por mediocridad, amiguismos, favoritismos, deudas de campaña, corrupción, y demás factores, han dilapidado el capital político que la sociedad por izquierda, derecha, centro o independientes, les ha confiado.

El fracaso es del sistema político, pero no de la política como herramienta por excelencia de transformación masiva de la realidad, porque ella sigue siendo la esperanza de muchos.

Muchos siguen esperando que un conjunto de hombres y mujeres, de buena fe -como me gusta a mí llamarlos- se nucleen por un objetivo común, trabajen, aporten, y pongan a disposición su tiempo, capacidad, energías, y releguen muchas cosas valiosas, como la familia, las profesiones, el patrimonio y hasta la salud.

Eso no implica que sean lideres mesiánico, sino personas como todos con vocación de salir del individualismo, y aportar para el conjunto. Cuantos más sean los que tienen esa impronta, menos serán los oportunistas, que vienen a servirse y no servir. La ingratitud de la actividad hace que muchas veces excelentes personas no se involucren, se arrepientan o intervengan a medias.

Hoy es momento de los valientes, porque la historia es de ellos. Qué hubiese pasado si temerosamente se volvían a sus casas los hombres y mujeres que hicieron la organización nacional, si se escondían y no peleaban como lo hicieron nuestros héroes en Malvinas, si nuestros abuelos que vinieron de polizontes arriba de barcos comiendo cebolla cruda, no forjaban este suelo argentino, y lo adoptaban como propio.

Qué hubiese pasado si no creían en la universidad pública aquellos que en 1918 hicieron la revolución. Qué hubiera pasado si no existía valentía en Raúl Alfonsin y su equipo para devolver y asegurar la Democracia para los tiempos. Qué hubiera pasado si el pueblo no salía a la calle en ocasiones que fueron bisagra en la historia, y que pusieron en vereda a los que querían tocar valores preciados de nuestra sociedad y su soberanía popular.

Una vez más, el contexto nos convoca a ser parte, a involucrarnos a pesar de la persecución política, de que se metan con tu familia, tu patrimonio y todo lo que preciás.

Todo ello a pesar de que quieran instalar que todos somos iguales, y que los que confrontamos con la corrupción somos tirabombas. Este último adjetivo le cabe a varios de sus ídolos y ejemplos políticos, que los cuelgan en cuadros, y que quieren imponerle sus nombres en las calles de nuestra ciudad.

La convocatoria debe ser amplia, para que sane la herida profunda, que han generado los que sostienen que «no estamos en el poder, sino para abusar de él», como he escuchado a algún funcionario municipal.

La grieta entre algunos políticos en realidad no existe sino que es un juego electoral, una puja de poder, para ver quién «maneja la caja», y quiénes están en el gobierno, pasan a la oposición y viceversa.

Es el círculo vicioso que hace que extremen los discursos, pero que tomen café a escondidas del pueblo, o jueguen al diálogo para decir que tejen la reconstrucción económica y social, que cada vez está peor. Se juntan para evitar el colapso, porque los perjudica a ellos, por miedo a que la gente pida «que se vayan todos».

Entonces ahí deberían volver a trabajar, lo que algunos no conocen y otros tantos ya se olvidaron cómo era.

La necesidad de cerrar la grieta entre los políticos y la sociedad implica terminar con el privilegio, el acomodo, la burla al electorado, la visita a la ciudadanía solamente en cada elección, la desconfianza por no cumplir ninguna promesa, y por decir lo contrario de lo que se piensa para quedar bien y ganar una elección. Todo ello no es más que estafar al electorado. Es necesario hablar con la verdad aunque duela, es necesario denunciar aunque haya costos, es necesario proponer aunque no se apruebe.

Es necesario seguir apostando, pero sabiendo lo que buscamos, y siendo responsables de lo que elegimos.

Ramiro Egüen. Abogado y Concejal Juntos.

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