«La violencia termina dentro del espectáculo y no nos lleva a concientizar sobre posibles muertes»

(Por Leo Baldo) Tras la pelea de calles 28 entre 10 y 11 que tomó dimensión nacional porque alguna persona se lo pasó al periodista Mauro Zeta, me gustaría compartir algunas opiniones o interrogantes personales.

En la ciudad de 25 de Mayo existe y existió siempre la violencia. Existe en otras ciudades. Peleas callejeares y potenciales muertes que, por suerte no sucedieron, se han presentado ante nosotros numerosas veces. He visto sillazos, piedrazos y hasta fustazos. De hecho, he participado en una y me han golpeado. Mis viejos me han cagado a pedos y me sancionaron como se sancionaba en mi casa.

Para ir al punto:

El hecho radica en que hemos perdido, cada vez más, la capacidad del respeto a las autoridades y viceversa. El colegio no es el mismo que hace 20 años atrás. Las familias, origen de toda educación, no son las mismas. Hay un quiebre social, siempre mutante, que nos cuesta o nos resistimos a comprender. Nada es lo mismo. Algunos condenan y quieren sanciones o balas y otros más progres o garantistas, piden otras cosas que escapan a la práctica. El sueño de una democracia que nunca llega como se quiere. Todo permanece, entonces, en el medio.

De hecho, no nos ponemos de acuerdo hablando cara a cara. Menos se van a poner de acuerdo las personas que diseñan una emisión televisiva con elevada audiencia. Esta dura una hora. No hay tiempo para discutir. ¿Alguna vez lo hubo? Discutir es pensarse en relación al interlocutor. En las redes, menos. Más allá de las lecturas que se hacen y que toman derivas diferentes a lo que propone un título, abunda el desprecio. El cruce y la chicana son el papá y la mamá de las redes sociales.

Así la distopía se presenta luego del inicio de los individualismos más marcados. Muchos profesionales que pudieron estudiar en las universidades no son aquellos que Favaloro anheló. ¿El compromiso social, dónde está? La comunidad debería estar organizada.

La violencia existe y existió, repito, pero tal vez ahora se manifiesta de otra manera. Antes del hecho fuera de las puertas del mencionado boliche asistí a una pelea en el campo de doma del Festimayo. También, sucede en los Carnavales. Ojo, que no se interprete que estos lugares propician eso. Las personas hacen a la zona. El verano y el alcohol, lo pueden potenciar más.

Volviendo. Para preguntarse.

No es casualidad que este video surja cuando resuena mediáticamente el asesinato a Fernando Baéz Sosa. Aquí reside un punto interesante que nos obliga a reflexionar: ¿Cuántas imágenes sobre asesinatos, peleas o accidentes que vemos en medios o comentamos en las calles de nuestro pueblo nos llevan a reflexionar para que estas cosas no ocurran más?

Desde mi lugar, primero como ciudadano, y luego como docente y periodista, soy responsable si omito y no busco la manera de establecer un colectivo de personas interesadas en estos temas que busquen paliar o prevenirlos.

Por otro lado, hay teorías sociales que afirman que las personas, sobre todos los niños, imitan lo que se ve en medios tradicionales o en redes sociales. De hecho, un niño asimila y aprende lo que se dice en su casa.

Cita necesaria:

“Finalmente, Huxley intentaba decirnos que lo que afligía a la gente en “Un mundo feliz” no era que estaban riendo en lugar de pensar, sino que no sabían de qué se reían y por qué habían dejado de pensar”, Neil Postman.

Tomo esta frase y la enmarco en las dinámicas del espectáculo, porque toda información se convierte en un producto. Nos han hecho naturalizar a la muerte como un estilo de vida. No es por ahí, ¿no?

En cierto sentido, todas las personas somos responsables sobre lo que sucede. Tanto desde la pasividad ante algo, como desde un rol activo. No es dedo acusador y no pretendo ir por esa vía. Se trata de autocrítica. Seguramente las instituciones como la familia, la política, el colegio y, hasta las empresas, anhelan dar con diferentes dispositivos en los cuales el amor y el respeto sean los pilares de las mismas.

No es nada fácil, pero no podemos dejar que la violencia termine siempre dentro del espectáculo sensacionalista y no nos lleva a concientizar sobre posibles muertes.

¿Cuánto vale la vida a través de las pantallas?

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