Por Hugo Melián: «Las palabras raras»

Ocurre que uno suele encontrarse con palabras extrañas, que desconocíamos en su significación y su referencia. Su escaso uso cotidiano y la alusión a una situación infausta poco común, la va postergando  hasta casi el olvido. Pero los hechos suceden y los hechos deben ser identificados, explicados con palabras y es ahí donde se  recuerdan dolorosamente. Hubris es la palabra de este caso.

Hubris significa desmesura del orgullo y la arrogancia. El “Síndrome de Hubris” es un trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, desprecio hacia la opinión de los demás, lo opuesto a la sobriedad, a la moderación.  

Es muy utilizada en el ámbito empresarial a manera de identificar a quienes utilizan la empresa para conseguir poder y éxito personales. Complejo de superioridad, comportamiento impulsivo e imprudente, no rinde cuenta de sus actos a nadie. Los directivos que la padecen, pierden la perspectiva de la realidad creando problemas organizacionales y de desempeño de la empresa.

Según el neurólogo David Owen, llega el momento en que quienes lideran dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las correctas, y aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y seguirán pensando en su razón única.

También el psiquíatra Alejandro Madrigal Zentella explica que tras un tiempo en el poder, los afectados de Hubris padecen lo que psicopatológicamente se llama desarrollo paranoide. Todo lo que se opone a él y a sus ideas son enemigos personales que responden a envidias.

Cuando este trastorno se produce a nivel político, las consecuencias son mucho más graves que en una empresa. Cuando se pierde la capacidad de reflexionar, se  pierde la perspectiva, la trascendencia de la toda una sociedad, se construye una tendencia estructural que no es buena para nadie.

 El estado debe asegurar a la sociedad salud, educación, seguridad, posibilidades de desarrollo, libertad de expresión entre otras cosas. Esto se logra con planificación, transparencia, consenso, debate profundo, pero sobre todo batallar contra viejas obsesiones de modo de evitar seguir repitiendo peleas inservibles de expertos autoproclamados y los vanos discursos de aquellos que prefieren repetir utopías que aún no saben cómo hacerlas realidad.

Se debate mal el presente, el pasado mediato y el pasado remoto (los 70) de nuestra historia y se pierde el sentido de lo que tiene que dar el estado y esto es malo para todos. Hemos transcurrido una pandemia que aún no finalizó, que dejó secuelas importantes a superar, que desnudó la precariedad de nuestro sistema de salud. Los gobiernos pasaron del estupor a la negación y de la negación a la procrastinación y de esta a la quietud total. No comprenden que la salud es una riqueza y no una carga y que reducir los recursos de los hospitales y centros de atención sanitaria es un crimen, desconociendo por completo lo que significa la economía de la vida.

Hay que pasar la página, que emerja una nueva generación de dirigentes decididos a redimensionar el Estado, a emprender la misma batalla que Raúl Alfonsín emprendió para recuperar la democracia.

*Por Hugo Melián – Evolución Radical de 25 de Mayo

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